26 de Agosto
I'd like
to make myself believe
That
planet Earth turns slowly.
It's hard
to say that I'd
Rather
stay awake when I'm asleep,
Cause
everything is never as it seems.
(When I fall asleep)
Fireflies de Owl City
—¡
|
Vamos! Será mi regalo de regreso a clases. —insistí. Tuve una idea—. Y de
cumpleaños.
Jugar la carta del
cumpleaños.
—Angelique
Heather Lindbeck, —¡ouch! Nombre
completo—, es la última vez
que lo repito. No me importa (tanto si es el fin del mundo, o tu cumpleaños), no
faltarás el primer día de clase sin razón. Y no te veo moribunda, ni un poco
enferma o con un tinte verdoso.
Resoplé
enfurruñada.
Había aprendido
que cuando se enfadaba no había forma de hacerle cambiar de opinión, lo único
que me ganaría siguiendo sería un castigo, así que me rendí.
Subí las escaleras
por mi mochila. Mis vaqueros me permitían subir los escalones de dos en dos,
por lo que así lo hice. Yo era el tipo de chica de camisetas, vaqueros y
converse.
Ahora traía una
camiseta blanca que decía en letras negras “Perdona siempre a tus enemigos, no
hay que les moleste más”, unos vaqueros oscuros, y unos converse blancos con
rayones de pluma negra y azul.
Cuando bajé, mamá
ya estaba en el auto. Me encaminé hacia el lado izquierdo del auto, en la parte
atrás, pero en el momento que recordé que Lane hacia una semana se había ido a
la universidad, cambié abruptamente de camino y me dirigí al lado del pasajero.
—Es diferente sin
ella, ¿verdad? —preguntó mamá con una sonrisa.
Le devolví la
sonrisa y luego saqué el ipod de mi mochila y lo conecté al auto. Un momento después
comenzó a sonar Fireflies de Owl City en las bocinas del auto.
Cerré los ojos y
me puse a cantarla a pleno pulmón.
Al vivir en Rosefield
Vale, todo está cerca, a quince minutos como máximo, absolutamente todo. Así
que en diez minutos estábamos en la escuela.
—Mami, ¿sabías que
hoy es mi cumpleaños? —pregunté con una sonrisa.
Mamá solamente me
ignoró.
—Feliz cumpleaños,
Angie. Que tengas un buen primer día. —se despidió con una sonrisa, mientras me
tendía un sándwich.— Tu desayuno.
Yo, resoplando con
indignación, salí del coche. En parte por que cada año, mi cumpleaños caía la
primera semana de escuela.
Al entrar a la
escuela, fui por mi número de casillero y llegar a este, caí en una emboscada.
Max, Payton, Phoebe, y Chase, el novio de la última, me estaban esperando.
Chase, para ser novio de Phoebe, la gemela gótica, era bastante normal. Pero lo
único que yo podía hacer era preguntarme como demonios sabían cual era mi
casillero. Se los pregunté.
—No saludaste,
grosera. —me regañó Payton, con su ceño fruncido cómicamente.
—Tu tampoco.
—observó Phoebe, con una sonrisa maliciosa.
Tan solo Max se
dignó a contestar.
—Bueno, cuando
llegué a la escuela, fui por el número de mi casillero, y aproveché para pedir
el tuyo. Es raro, este año en vez de estar nuestros casilleros juntos, hay uno
entre nosotras.
Cada año
acomodaban los casilleros por alfabeto de apellidos, y como Max era Lubey y yo
Lindbeck, siempre quedábamos juntas.
—¿Y te lo dieron?
—pregunté extrañada.
Asintió con
suficiencia.
—Sip, jugué la
carta del cumpleaños. —alegó ella.
Lo mismo que yo
hace 20 minutos… solo
que para ella funcionó.
—Este bien,
chicas, Chase y yo vamos a clase. Feliz cumpleaños, Angie. —dijo Phoebe, que
había estado cuchicheado con Chase. Siempre me gustó como esos dos se miraban,
muy…
dulces. Phoebe era muy dulce para ser gótica. No entendía porque
lo era, ahora que lo pienso.
—Okey, como no
llegabas, pedí una copia de tu horario, y me tomé la libertad que chequearlo.
—comenzó a decir Max mientras caminábamos a nuestras respectivas clases. Yo
tenía… hum.
Deportes, según el
horario que me dio mamá la semana antepasada—. Así que tengo biología contigo,
y el almuerzo, y… —miró un papel—. Ya. Creo. Solo eso. Las gemelas y Chase también tienen el
almuerzo con nosotras. Tú tienes música con Phoebe y Payton. Oh, y creo que
tengo deportes contigo también…
Mientras ella
hablaba, yo examinaba a los alumnos, un par de ellos habían dado con el hoyo
negro que era Rosefield Vale, así que acababan de llegar, y estaban amontonados
en la oficina principal.
—Hay tres chicos
nuevos, Evelyne, Ian, y Blake. Ya vi a los primeros dos, están en la oficina,
pero al tercero…
¡Wow! Para el
coche.
—¿Blake? —exclamé.
Max y Payton, que
también había dejado hacer su cháchara a Max, me miraron curiosas.
—¿Qué pasa?
—preguntó Payton, preocupada.
—¿Blake? —lo hice
sonar como si fuera obvio, como si debieran saberlo. Pero en ese momento
recordé que, aunque les había hablado del chico, jamás había mencionado su
nombre. Sacudí la cabeza—. ¿Recuerdan al chico del supermercado? —Asintieron—
Su nombre era Blake.
Max jadeó
intrigada.
—Genial, ahora,
voy a buscar a un chico de cabello negro, ojos azules, e increíblemente guapo.
—Asintió para sellar su promesa.—¿Cómo es que no sabía su nombre? —preguntó Max
un minuto después.
Me encogí de
hombros.
—Olvide
contárselos. —me excusé.
Seguimos caminando,
cuando Payton paró abruptamente.
—Yo aquí me
desvío. Buena suerte, chicas. Feliz cumpleaños, Angelique. —se despidió. Payton
era una de las pocas personas que constantemente me llamaban por mi nombre
completo. Decía que todo nombre era hermoso y que debíamos usarlo. Ella también
insistía en que la llamaran por su nombre completo, pero no es como si hubiera
muchas abreviaciones para su nombre.
Continuamos
nuestro camino al gimnasio. Todo iba bien hasta que vi a un chico de cabello
negro, ojos azules, e increíblemente guapo llamado Blake. Eso me hizo parar tan
abruptamente como lo hizo Payton hacia un rato.
Me acerqué a Max.
—Ese es el.
—susurré apuntando a Blake—. Es Blake.
Ella lo estudió
cuidadosamente, luego asintió apreciativamente.
—Es lindo. —me
cuchicheó.
Él estaba
observando un papel, que supuse era su horario, mientras caminaba. Max y yo
alentamos el paso para quedar detrás de él. Recordé como había dicho que él no
iba a nuestra escuela, que estaba de paso. No sabía que el estaría aquí, ¿o me
mintió deliberadamente?
Repentinamente, el
miró hacia atrás, directamente a mis ojos, inmediatamente después de que se dio
cuenta de quien era yo, sonrió. Todo pasó en un par de segundos, entonces el
volteó hacia delante y guardó el papel en su mochila. Luego, como si hubiera
sido planeado en el cielo (o en el infierno teniendo en cuenta como me veía
haciendo ejercicio), entró al gimnasio por la puerta de los chicos. A MI clase
de deportes.
Te preguntarás
como es que alguien de tercero grado (Lo cual estaba segura que era Blake) pueda ir a una clase de segundo. No puede,
pero deportes no es una clase de segundo. Es una clase combinada, y son grados
mixtos.
Me volví a Max,
quien parecía tan petrificada como me sentía.
—¿Tiene deportes
como primera clase? —le pregunté.
—No… No lo sé.
Me resigné a
parecer increíblemente torpe frente a él. Mi departamento nunca fue lo físico.
Me va bien siempre y cuando no haya coordinación implicada. De verdad, capto
perfectamente las cosas, soy algo empática, así que entiendo muchos puntos de
vista, pero no me pidas comenzar a saltar por ahí. Probablemente me tuerza un
tobillo.
Sin embargo, hoy
no había tropezado con nada. Tal vez era un buen augurio.
Entramos por la
puerta de las chicas, nos cambiamos, yo a un pantalón corto, debajo de la
rodilla, y Max a un short hasta la mitad del muslo.
Me erguí, y traté
de mentalizarme para intentar de conservar algo de mi orgullo. No me erguí
mucho. No era muy alta. Mediría alrededor de 1.60 m. Max era unos cinco
centímetros más alta que yo.
Las puertas se
abrían hacia fuera, pero Max me abrió una. Caminé algo temerosa por mi torpeza,
mientras salíamos de los vestuarios de chicas y entraba al gimnasio. Por el
rabillo del ojo vi algo, e instintivamente salté. Un segundo después escuché a
Max dar traspiés.
—¿Qué diablos…? —murmuró.
Me volteé, y vi
que había una cuerda que llegaba a medio camino hacia mi rodilla. Max lo vio
también.
—¿¡Por qué diablos
pusieron una cuerda en la entrada, par de psicópatas!? —exigió saber Max a un
par de chicos del equipo de futbol de tercero, que sostenían la cuerda.
Ambos parecían
debatirse entre reír, o estar asustados.
El de la derecha
contestó. Tartamudeando. Ja. El pobre no sabía lidiar con una chica furiosa.
—El… el en… entre… nador Thurlow lo or… ordenó. Quería probar los… los reflejos de los estu… diantes.
Aww… El chico parecía realmente tenerle miedo
a mi amiga. Debo admitir que parecía algo loca. Max se dio la vuelta para
chequearme (y seguramente levantarme), y se sorprendió al verme parada.
—Ya te levantaste.
—No me caí.
—contesté sorprendida por mi misma.
Se encogió de
hombros para quitarle importancia, pero ambas sabíamos que era algo grande.
Nos sentamos en
las gradas, a dos niveles arriba de Blake.
Unos minutos después
el entrenador entró. Yo no le caía bien. Creo que disfrutaba hacerme sufrir, porque
de alguna manera siempre terminaba siendo su conejillo de indias en los
ejercicios.
—Este mes, —dijo
el con su voz grave—, vamos a hacer gimnasia. —Se escucharon varios gemidos—.
No me importa si no les agrada la idea.
Y esa fue su
introducción.
—Hagan un círculo.
—Seguimos sus instrucciones—. Vamos a hacer el calentamiento. —avisó.
Me había
acostumbrado a ello el año pasado, pero aún tenía esperanzas de que lo
olvidara. Estas se esfumaron al oír esas palabras. Diez minutos después nos
mandó de regreso a las gradas.
—Orielly, podría
mostrarnos la rueda de coche, la vamos a hacer todos después de ti.
Tenía sentido que
escogiera a Jackie Orielly para la rueda de coche, ella era la líder de las
porristas. Pero apostaba mi dinero de un año a que el entrenador mismo no iba a
hacer la maldita rueda de coche. Y aún quedaba la incógnita de quien iba a ser
el conejillo de indias después de Jackie. Apostaba mi dinero de otro año a que esa
iba a ser yo.
Jackie avanzó al
frente, levantó los brazos, se puso de lado, y toda tiesa, hizo una rueda en la
que cuando acabó, terminó de pie de nuevo. Lo hacia parecer fácil.
Thurlow asintió
con satisfacción. Luego volteó a las gradas, fingió examinar la multitud, y
luego apuntó hacia mí.
—Tú. —declaró con
una sonrisa maliciosa.
Dios, estaba
furiosa. Quería hacer que se tragara sus palabras…, pero no podía, era un asco en deportes, así que acepté que haría el ridículo frente a Blake.
En las gradas se
escucharon risitas mal disimuladas, o no disimuladas en lo absoluto, mientras
bajaba por las escaleras de la derecha. Cuando llegué abajo, ya tenía un tinte
rosado en mis mejillas, lo sentía. Imité la posición de Jackie, me impulsé y… me detuve.
Escuché más risas.
Yo, furiosa,
simplemente me puse en posición lo más rápido que pude y me impulsé de nuevo… solo que esta vez no me detuve. Lo sentí como una hora, pero fue menos de un
segundo, mientras daba la vuelta. Y… lo logré. Me di la rueda de coche con, por lo menos, y estaba segura, la misma
gracia que Jackie Orielly, la líder de las porristas del instituto de Rosefield
Vale.
Las risas se
silenciaron. Todo el mundo me contemplaba estupefacto. Inclusive yo misma me
miraba con estupefacción. El único que parecía no estar sorprendido y tenía una
sonrisa en su cara era…
Blake.
Thurlow se aclaró
la garganta.
—Así que tenemos
otra gimnasta aquí. Orielly, podrías hacer una serie de volteretas para que ella
la copie.
Parecía querer aún
el espectáculo del arlequín¹. Que por desgracia en este momento era
yo.
Vi a Jackie
posicionarse para una rueda de coche, e inmediatamente después se arqueó hacia
atrás, hasta que sus manos tocaron el piso, lanzó sus piernas a sus espaldas y
se levantó. Parecía haberse levantado con más dificultad que la última vez.
Hice la rueda de
coche frente a mis compañeros de clase, y, casi en automático, le siguió el
arco, donde con el impulso de la rueda de coche, lancé mis piernas atrás y me
paré. Fue tan simple pararse como la última vez.
El entrenador
parecía molesto, igual que Jackie y las porristas, pero otros alumnos me miraba
asombrados, no necesariamente furiosos, y Max parecía feliz, y a punto de
partirse de risa. Blake parecía satisfecho, como si hubiera confirmado una
sospecha.
El entrenador,
Jackie y yo jugamos durante diez minutos, hasta que Thurlow se rindiera y me
dejara descansar. Curiosamente, no me sentía cansada. Me sentía libre.
Todos sentados, el
entrenador volvió a hablar.
—Chicos, les voy a
asignar una pareja. Va a ser por alfabeto. Pero primero vamos a decir los
resultados de sus reflejos de las cuerdas. Mike, Jake, pasen al frente, —cada
uno traía una lista, donde supuse estaban los resultados—, Pershall, lee el de
las chicas.
Jake asintió. Él
era el chico que había respondido a la pregunta de la cuerda a Max.
—La clasificación
fue “salto”, “traspié”, y “caída”. —informó el chico—Jamye Abbitt, traspié.
Naomie Baylock, caída. Patty Bickleman,…
Jake continuó
hablando, recitando nombres.
—…Angelique Lindbeck, salto. —dijo confundido.
—¿Qué? —gritaron
al unísono Thurlow y Jackie.
Thurlow arrancó el
papel de las manos de Jake. Su ojos viajaron por la hoja, hasta detenerse donde
mi nombre.
—¿Salto? —lo
escuché susurrar.
Max estaba
tratando de ahogar su risa al lado mío. Al final soltó una estruendosa
carcajada. Eso causo que el resto de la clase comenzara a reír entre dientes,
lo que acabó con la risa de todos en la sala, exceptuando a las tres porristas
y al entrenador. Y Blake, Blake tampoco reía, pero sonreía.
El entrenador sacudió
su cabeza, enfadado.
—Continúa.
—masculló.
Jake, con la voz
temblorosa por la risa, siguió los nombres.
—Maxine Lubey,
traspié. —Max se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.— Bridget
Lytton, caída…
Bridget era una
amiga, no de mi grupo, pero una amiga. Ella también era un poco torpe. Le lancé
una sonrisa comprensiva, la cual ella devolvió.
En unos minutos,
dijeron los chicos. Estuve pendiente a escuchar el nombre de Blake.
—…Blake Lorraine, salto.
Hubo una sesión de
aplausos. Lo examiné. Si parecía el tipo de chico que pasaría esa prueba.
—Conclusión,
—terminó Mike—, hubo cinco caídas y dos saltos de veinte alumnos. El resto son
traspiés.
Solo dos saltos. Y
yo fui una de ellos.
El entrenador
estaba estupefacto.
Sacudió su mano a
Jake y Mike.
—Hagan parejas por
alfabeto mixtas.
Eso significaba
que había probabilidades de que tocara con un chico. No estaba muy preocupada
por que tenía clase con Max, y Max y yo siempre hacíamos buen equipo.
Escuché al
entrenador susurrar.
—Tan solo dos
saltos y uno de ellos es Angelique. —dijo negando ligeramente la cabeza. Tenía
la tentación de pellizcarlo para probar que no estaba soñando. O tal vez si.
—…Angelique Lindbeck, con Blake Lorraine.
¿Con Blake?
Escuché varios
bufidos de envidia por Blake de parte de las chicas del aula. Supongo que él ya
había llamado la atención. Sentí algo en el estómago. ¿Eran celos?
Cuando nos
emparejaron a todos, en entrenador tomo la palabra.
—Estas serán sus
parejas el resto del año. —Miró su reloj— pueden ir a cambiarse.
A continuación, el entrenador salió por la puerta de los chicos, desanimado. Casi siento lastima por él. Max
me jaló el brazo.
—Te tocó con Blake. ¡Que suerte! ¿Viste como te miraba cuando jugaste a acróbata de Cirque du Soleil³? ¿Y como lo miraban las demás chicas? Yo si. ¿Y donde aprendiste gimnasia?
—No lo sé, solo lo hice. —dije con una sonrisa.
—Genial, mi mejor amiga se convierte en mono.
Por un milisegundo consideré la posibilidad. Mi coordinación simplemente no mejora, era la regla no escrita.
El día siguió normal, tuve historia, francés, luego el almuerzo (descubrí que Blake tenía la misma hora de almuerzo, y su casillero al lado del mío, pero no apareció), biología, matemáticas, arte, y música. Según mis contactos, Blake también debería haber aparecido en arte. Deportes y arte, ambas eran clases mixtas.
En clase de música, guardé mis libros.
—Phoebe, papá ya llegó. —dijo Payton cuando me paré, viendo su teléfono.
—Si, a mi también me llegó el mensaje.
Repentinamente, sentí un tirón en mi hombro, y vi que mis libros se habían caído con mi bolsa.
Las gemelas se inclinaron para ayudarme a recoger los libro.
—No, está bien. —dije sacudiendo la mano—. Ya váyanse. Nos vemos luego.
Esperé a que se fueran, el salón se había vaciado.
Me puse en cuclillas para levantar mis libros, pero… ya no estaban. Me volví mientras me levantaba, y… estaban en la mesa.
—¿Qué demonios…? —murmuré.
Miré a todos lados. Y de repente, él estaba frente a mí. Di un respingo y un paso a atrás. Lo fulminé con la mirada y maquinalmente gruñí. Literalmente gruñí. Como un maldito perro. Intenté actuar enojada, para cubrir mi desconcierto.
—No aparezcas de la nada. —mascullé.
Blake solo sonrió divertido. Como si mi gruñido fuera chistoso. Me enfadé. Sentí como los vellos de mi nuca y brazos se erizaban. Comenzó un gruñido en mi garganta, pero esta vez logré detenerlo. Eso lo hizo reír entre dientes.
Caminé hacia la puerta, pero el la bloqueaba.
—Hazte a un lado. —gruñí, un poco más humanamente.
Me tapó el paso de nuevo. Se sentía como un desafío.
—Tengo que decirte algo. —dijo seriamente, cualquier rastro de su sonrisa torcida se había borrado.
—Tal vez luego. —repliqué.
Tenía que salir de aquí. Repentinamente no me sentía cómoda con mi propia piel. Me sentía como yo quisiera salir de mi cuerpo.
—Yo se lo que pasa. —comentó Blake.
Eso llamó mi atención.
—¿Qué?
—Estás incómoda, ¿cierto? No quieres evitar la confrontación, pero sabes que tienes que hacerlo. Es como una lucha entre tus instintos y tu mente, ¿verdad?
—¿Cómo lo sabes? —susurré involuntariamente, para mi misma. Lo había explicado bastante bien, de hecho.
Hizo una mueca irónica.
—Por que yo sentí lo mismo que tu hace un año.
—¿Qué me pasa? —murmuré para mi misma de nuevo.
—Tu cuerpo se quiere convertir.
—¿De qué hablas? —pregunté molesta. De nuevo esa sensación.
—Tranquilízate. —exigió. Lo que solo logró hacerme enfadar más—. Por favor. —debió notarse en mi cara, porque añadió suplicante. Aunque sus palabras parecieron arrancadas a regañadientes de su boca.
Hice lo que me pidió. Respiré profundo y sentí como mis músculos tensos se relajaban, y como volvía a apreciar mi cuerpo.
—¿Qué me pasó? —pregunté ya tranquila.
Dudó.
—Vayamos al parque.
—¿Qué…? Pero yo quiero saber ahora… ¿Qué diablos crees que haces…? ¡Mi madre me espera! —protesté mientras Blake me levantaba en sus brazos.
—Tu madre llegará en media hora.
Me asusté. Me encogí y mis piernas se cruzaron. Mi madre me mandó un texto que decía que llegaría media hora tarde hace una hora. Él empezó a caminar hacia la entrada de la escuela.
—¿Cómo lo sabes? —esto era escalofriante.
—Interceptamos tu teléfono.
Interceptamos. Más de uno. Jadeé indignada.
—Eso es invasión a la privacidad. —me acordé del texto que mandé a Max el día que lo conocí—. ¿Desde cuando? —sentí la urgencia de preguntar.
—Hace un mes.
Muy bien. Para cuando él dijo eso, ya estábamos en la entrada de la escuela, y mis manos estaban a los lados de mi propio cuello.
—Sujétate. —avisó.
—¿Por qué…?
Él había comenzado a correr, y no pude siquiera gritar, ya que un par de segundos después estábamos en el parque Rose. Me di cuenta de que por reflejo había clavado mis dedos en los hombros de Blake.
Me bajé como pude de sus brazos.
—¡Maldita sea! ¿¡Que diablos eres?! —grité.
—¡Shhh!
Estreché los ojos, me agaché involuntariamente, e hice los hombros hacia atrás. Lo miré con suspicacia, mientras mis músculos se tensaban, para defenderme. En guardia.
Blake asintió con aprobación.
—Hoy es tu cumpleaños. Así que hoy comienza el cambio. El miércoles podrás cambiar parcialmente.
—¿A qué? —pregunté, aún tensa.
—A mujer lobo. Como yo.
—¿Eres una mujer lobo? —señalé con burla, intentando ganar tiempo para procesar mis ideas.
—Hombre lobo. —corrigió.
Parpadeé. Escéptica, confiando en que él trataba de hacerme una broma.
—¿Ves a esa chica de ahí? —señaló a una chica a veinte metros de nosotros—. Es una homo-sapiens, del griego “hombre sabio”. Yo soy un homo-lupus. Del latín “hombre lobo”.
Parpadeé hacia él, y luego me dirigí a la escuela sin mirarle ni dirigirle la mirada.
—Espera, tengo que decirte algo más.
Sentí como agarraba mi brazo. Y gruñí de nuevo.
—¿Si? Lástima. Pero, bueno, digamos que no estás en tu plena capacidad de razonamiento, no necesariamente loco, si así lo quieres, así que agradecería que te alejaras. Si me disculpas, tengo que caminar hasta la escuela, lo que me llevará veinte minutos.
Tal vez tenía esquizofrenia. O un tumor cerebral. Pero yo había llegado al parque en segundos con él. Tal vez era yo la del tumor.
—¿Te llevo?
—¡No! —respondí decididamente.
Sabía que sería más razonable dejarlo llevarme, o caminar directamente a casa, pero hacer eso llevaría a mi madre a sospechar, así que me dirigí a Rosefield High.
Fueron 20 minutos de infernal caminata hasta la escuela. Veinte minutos de debatirme entre si era verdad lo que Blake me había dicho en el parque, o si era mentira.
Y para empeorarlo, la lluvia comenzó a caer a diez minutos de la escuela. Así que estaba empapada. Por lo menos era agosto, lo que significaba que no hacia frío. Pero si un insufrible calor. Durante los diez minutos en los que estuve sentada en la entrada de la escuela (si me hubiera metido en la escuela estaría muerta de frío) examiné los pros y contras de quitarme la camiseta.
No me puedes culpar, estaba mojada y tenía calor.
Al final mi sentido común ganó la batalla, y por suerte, mamá no tardó en llegar. Traía a papá consigo. Eso me arrancó una sonrisa.
—¡Hey! —Entré al auto y le di a mamá y a papá un beso en la mejilla—. ¿Cómo están?
—Bien, cariño… ¿Estás… estás mojada? —preguntó mamá.
—Si.
—¿Por qué?
Yo me encogí de hombros, evadiendo la pregunta.
Saqué mi ipod de la mochila, y conecté un lado del cable en el lugar del audífono. Luego me lancé hacia delante para conectar el otro lado del cable al auto. Puse en aleatorio mis canciones.
Sonaron las primeras notas de Smile de Avril Lavigne.
Al llegar a casa me duche y me puse pijama, luego hice mi tarea. Biología, matemáticas, e historia. Hum. Era solo el primer día, francamente. Saqué mis libros y los puse en mi escritorio. Busqué un lápiz y mis libretas.
Mi habitación era… ¿normal? Si, supongo. Muy común. Era una cama con un edredón verde lima y rosa chicle, un escritorio blanco, con una silla blanca, un librero con miles de libros y discos. No tenía posters en las paredes, tenía dibujos. Mi cuarto era lindo.
Una hora y media después, había terminado mi tarea. Estaba escuchando música cuando papá tocó mi puerta.
—Pasa. —Exclamé— Hola. —dije cuando entró.
—Hola, cariño. —Silencio— Hoy es tu cumpleaños. ¿Cómo te has sentido?
No le iba a decir que hubo momentos en los que creí que iba a mudar de piel cual serpiente en verano.
—Bien. —contesté con una sonrisa.
Suspiró con satisfacción. ¿O era alivio?
—Iremos a cenar, y como es tu cumpleaños, puedes elegir el restaurante. Pero será temprano, por que tenemos que ir a comprar el pastel.
—¿Aún no lo compran?
—Nop, así que vístete.
Salió de mi dormitorio.
Me enfundé en un top gris oscuro con fruncidos en medio con escote de corazón y unos vaqueros pegados grises previamente desteñidos. Metí mi ipod en mi bolsa blanca, y salí de mi habitación. Hoy prescindiría de mis remeras.
Me vi en el espejo.
Mis ojos gris-azul-violeta me devolvieron la mirada. Observé mi piel anti-bronceado. No me quejaba, no me gustaba la piel naranja. A pesar de que estaba segura de que había personas a las que les quedaba bien. Miré mi raro cabello. Utilizaba toda la gama de los colores del café que fueran posibles para el cabello. Castaño claro, oscuro, marrón claro, oscuro, rubio castaño, castaño y café rojizo… y la lista sigue. Todo en mi gritaba “fenómeno”.
Salí de mi habitación y cerré la puerta tras de mí.
—¡Ya estoy! —grité mientras bajaba las escaleras a semi-trote.
Lo primero que vi fue a Lane, mi hermana. Luego vi al chico que la acompañaba. La sonrisa que empecé a esbozar para mi hermana se congelo en mi rostro.
—Dime que no es tu novio y que no lo trajiste para mi cena de cumpleaños. —prorrumpí con una mueca antes de poder detenerme.
Mi hermana (que tenía el mismo indicador del sonrojo que mamá) y mamá se sonrojaron en la base del cuello, pero manteniendo su sonrisa, obviamente.
Ignorándome, me presentó haciendo énfasis en mi nombre.
—Charlie esta es Angelique. —fruncí el ceño cuando me presento por mi nombre completo. Siempre pensé que sonaba demasiado —mmm— presuntuoso. Y ella lo sabía—. Angelique, esté es Charlie.
Charlie parecía un chico… bueno. Amable. Ojos y cabello marrón. Era guapo, supongo. Un poco demasiado desgarbado. Me encontré comparando al novio de mi hermana con Blake.
Hice un mohín.
—Hey, Charlie. Soy Angie. ¿Nos vamos? —dije mientras caminaba al lado de la pareja hacia el auto.
Abrí, entré y cerré la puerta al mismo tiempo que Lane lo hizo. La diferencia fue que ella le cerró la puerta en las narices a su novio.
—¿Por qué dijiste eso?
—¿Para qué lo trajiste?
Ambas hablamos al mismo tiempo. Pude ver que ella, al igual que yo, intentaba mantener su expresión enfadada. Al final rompimos a reír. Un segundo después escuché como las demás puertas se abrían.
Mi padre y mi madre me miraban significativamente. Sabía lo que significaba. Lane y yo teníamos esas tareas. Esta vez era mi turno.
—Entonces, Charlie, ¿desde cuando conoces a mi hermana? —pregunté mientras rodeaba los hombros de mi hermana con mi brazo.
El caso es que mi padres nos tenían entrenadas para que cuando la otra trajera a una persona del sexo opuesto a casa, lo interrogara la hermana, no ellos. ¿Menos sospechoso? Lo dudo.
Vi a Lane rodar los ojos.
—Hum. El año pasado tuvimos historia juntos. —parecía tímido. Pobre chico.
—¡Oh! Tal vez me conociste, ¿lo hiciste? ¿Me recuerdas? ¿A qué hora tenías historia, Lane? A tercera hora, ¿cierto? Creo que tenía francés a través del pasillo a esa hora.
—Si, creo que si. Recuerdo que llegabas con Lane a la escuela. —murmuró Charlie.
Torturé al chico el resto del viaje, que fue largo por que mis padres manejaban a paso de tortuga, escuchando la conversación. Lane se había hundido en el asiento, parecía estar preguntándose si volvería a tener una cita con Charlie. Y lo admito, lo estaba haciendo en parte por que para mí la cena de cumpleaños siempre fue familiar. Ni siquiera yo invitaba a mis amigas, y ellas lo sabían. ¿Por qué Lane debería traer a su novio?
Llegamos al restaurante japonés que escogí.
—Charlie, ¿tienes licencia para conducir? —cuando el asintió, seguí—. ¿Desde cuando?
Apuesto a que estaba quemando neuronas dedicadas a la forma más eficaz contestarme sin abrir la boca. Aunque tampoco es como si pudiera escribir su respuesta en una servilleta. Ja.
—Hace dos y medio. —bisbiseó.
—Y… ¿cuántos años tienes?
—18 y medio.
—Oh. Lane tiene 18.
Yo definitivamente aprobaba la relación, pero esto era divertido.
Pasé el resto de la cena jugando con Charlie, y con Lane haciéndome muecas. Salimos del restaurante a las 8:31 pm. Cuando regresamos a la casa, pasamos por una pastelería, donde escogí un pastel de chocolate. En la casa partimos el pastel.
—¿Ya se van? —pregunté cuando vi a Lane coger su bolsa y pararse.
Ella me hizo un mohín. Parecía creer que aún jugaba con ellos. Pero no era así, yo quería que mi hermana se quedara. Hace una semana nadie me había dicho que extrañaría que ella me despertara y me preparara el desayuno. Mamá me despertaba distinto, y hacia el desayuno diferente. Tal vez podría convencer a Lane de quedarse una noche.
Miré a Lane a los ojos, le di una mirada para que viniera conmigo. Ella puso los ojos en blanco, pero se excusó y me siguió. Subí las escaleras y entré a mi cuarto seguida de Lane, que cerró la puerta tras ella.
Mi hermana era un poco más alta que yo, cuatro años mayor que yo, de la altura de mamá, tenía cabello castaño oscuro y ojos gris azulado. Lane también tenía curvas, unas que yo no tenía, a pesar de que Max y las gemelas insistían en que si.
—Te tengo algo. —mencionó Lane al cerrar la puerta.
Ella abrió su bolso rosa pálido y sacó una caja.
—Todo tuyo. —Lane me tendió la caja. Era un ipod touch.— Recuerdo… Recuerdo que desde hace un par de meses dijiste que tu ipod estaba fallando, así que te compré uno…
La abracé pasando mis brazos por su cuello.
—Gracias. —Le dije— ¿Sabes? También pedí una laptop…
—No seas exigente. —Replicó, pero tenía una sonrisa secreta en la cara—. Te quedarás sin regalos de navidad.
Rodé los ojos.
Lane alcanzó el pomo de la puerta. Comenzó a girarlo, paro luego se detuvo.
—Oye. No seas mala con Charlie. —Suplicó con una sonrisa—. Es un buen chico… y me gusta. No lo asustes.
Rodé los ojos de nuevo, pero hablé seriamente.
—Está bien. —Le dije— Por lo menos no lo haré mucho. —agregué.
Cuando ellos se fueron, me puse mi pijama. Escuché a alguien tocar la puerta, luego abrirla. Eran mis padres. Protestaría que deberían esperar a que les dijera que pasaran, pero nunca funcionaba. Traían una caja consigo.
—¿Recuerdas que desde hace un año nos has estado pidiendo una laptop? —preguntó papá.
Alcé las cejas y asentí, recordando lo que le había dicho a Lane.
—Bien.
Mamá le hizo una seña a papá, ante la cual el posó la caja en mi escritorio.
—¿Una laptop? —pregunté sonriendo.
Ambos asintieron.
Solté un chillido de alegría.
—¡Es una laptop!
Me abalancé sobre la caja, pero un brazo se atravesó.
—No, no, no. —dijo papá agitando. Abrí la boca para protestar, pero el ahogó mi protesta hablando—. ¡Mañana! Cuando regreses de la escuela.
—¡Ah! No seas malo, y pásame la caja. —dije mientras me sentaba en la cama con los brazos cruzados. Mi padre que era más paciente que mamá, pero no tenía ningún indicador de ira4, alzó una ceja.
Suspiré cansinamente. Luego hundí mi cara en la almohada.
—Ya váyanse. —dije medio enfurruñada, pero no realmente.
Sonó amortiguado por la almohada.
Apagué la luz y unos minutos después, estaba dormida.
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¹A mi me gusta creer /que el planeta Tierra gira lentamente /es difícil decir / que prefiero permanecer despierto cuando duermo /porque todo es como nunca me lo imagine /(cuando duermo)
²Bufón, payaso.
³Cirque du Soleil (en español: «Circo del sol») es una empresa canadiense de entretenimiento, la cual se describe a sí misma como un «montaje dramático de artes circenses y esparcimiento callejero» y cuya sede se encuentra en Quebec, Canadá, en el área de Saint-Michel.
1Referente a que su madre se sonroja cuando se enfada.
Hey! No había escrito de esta historia por que la tenía en otra computadora así que... Bueno, ahora yala pasé a mi laptop y puedo seguir avanzando. By3!!
P.D. Hice un par de cambios en el primer capitulo: a) Blake tiene acento inglés, y b) en lugar de Junio, es Julio la fecha.
P.D. Hice un par de cambios en el primer capitulo: a) Blake tiene acento inglés, y b) en lugar de Junio, es Julio la fecha.