1
El Lago
Vee
Estaba en mi puerta principal, esperando
que mamá me llamara (yo no iría por mí misma) al auto. Iríamos en la minivan de
los Fannington. Hacia el campamento.
—¡Violet! —dijo mi madre exasperada, de lo
cual podía deducir que ya me había llamado antes.
—Hum. —gruñí.
Obviamente, yo ya sabía lo que ella
quería, pero… quería molestarla.
—Al auto. Ahora.
Estaba tentada a fingir que no había oído
y decir «¿Queeé?», o solo quedarme callada y en mi lugar, pero sabía que ya
estaba cerca de su límite y no pensaba empujarla más. Yo era prudente en
algunos casos, sabes. Por desgracia, mi querida hermana, Kirsty, no sabía
cuando parar de protestar y llorar, lo que causaba que fuera castigada
continuamente.
Lo que era lo que ella hacia justo ahora,
en su cuarto. Observé a mamá mientras pasaba a mi lado para ir a ayudar a papá,
que trataba de clamar a Kirsty. Francamente, uno pensaría que siendo dentista, mi padre sabría calmar a las personas. Aparentemente, no se aplica a los niños. Por otra parte, mamá era enfermera, así que parecía ser más su área. Yo ya había aprendido a alejarme del área de
combate, así que jalé mi maleta café con lunares de colores a la cajuela de la
minivan de los Fannington.
Chris me ayudó a subir mi maleta al auto,
al lado de su maleta azul oscuro. Ya era 13 centímetros más alto que yo. 13
centímetros más que el año antepasado, pensé curiosa.
—Feliz cumpleaños, Vi. —dijo mientras me
daba un abrazo.
Observé como su madre nos miraba
enternecida, pero rápidamente apartó la vista.
Puse los ojos en blanco.
Nos apartemos, luego yo puse mis manos
entre nosotros, con las palmas hacia arriba.
—¿Mi regalo? —pregunté, jugando.
Chris rodó los ojos.
—Oficialmente, tú cumples años hasta las 7:32
pm. Y son las 9:47 am. —dijo mirando el reloj.— Por lo tanto, tu no tienes
catorce años.
Lo fulminé con la mirada.
—Me acabas de desear feliz cumpleaños, así
que si hubieras estado cumpliendo estrechamente las reglas, también me hubieras
deseado feliz cumpleaños hasta las 7:32 pm, PERO no lo hiciste, por lo que yo
puedo EXIGIR MI REGALO EN ESTE preciso momento. —dije de un tirón, al final
hablé a un volumen bajo, como a veces hacia cuando soltaba tales monsergas,
como si ya hubiera ganado.
Pero siempre, con Chris, siempre, era otra
historia.
Chris sonrió a mi alegato. Luego, el pasó
a mi lado, me dio unas palmadas en mi brazo, y se subió a la minivan. Yo me
subí por mi lado de la minivan, y al entrar en su campo de visión, le hice un
mohín. Luego me acerqué y apoyé mi cabeza en su regazo, mientras sacaba mi ipod
y me ponía mis auriculares.
Al cabo de unos minutos, sentí como un
auricular salía de mi oreja, cuando volteé, vi que Chris tenía uno de mis
auriculares. Le subí el volumen a la música.
Después de lo que me parecieron horas,
pero en realidad fueron tan solo cinco canciones, nuestros padres llegaron, y
se sentaron en la primera fila, nuestras madres también llegaron, y ellas se
sentaron en la segunda fila, como era cada vez que salíamos juntos.
Dentro de una hora y media llegamos al
campamento, exactamente a las 11:42. Desde hacia una hora no había visto una
sola casa, un edificio, o incluso granja. Nada. Lo más extraordinario que
recordaba era cuando un pájaro dejo su mierda en el parabrisas del auto,
momento en el que Chris y yo tuvimos dificultades de aguantar la risa. Tenía
serias sospechas sobre mi destino como la mitad de la nada, como casa de un
asesino en serie que atraía a niños para deshacerse de ellos por que los odiaba.
Aún tenía que trabajar la idea.
Había un umbral, por donde entrabamos,
arrastrando nuestras maletas (nos estacionábamos afuera), una reja de hierro
forjado, con una placa (también de hierro forjado) que decía «Camp Forbidden
Forest¹»,
que parecía rodear el campamento, luego unas cabañas rusticas, pero muy
hermosas y acogedoras.
Sacamos las maletas del auto, poniéndonos
las mochilas a los hombros.
Me di cuenta de que no había padres, ni
uno solo. Tan solo había 17 chicos sentados en el suelo frente a la entrada y
lo que parecía ser la cabaña principal, al ser la más grande. También había dos
mujeres y un hombre. La cabaña principal era tres veces las dos que las
flaqueaban, la cabaña pequeña de la izquierda tenía un símbolo extraño encima
de la puerta, compartiendo espacio con el número uno. Además, a los lados del
círculo, a la altura de las cabañas pequeñas, había otras cabañas que eran el
doble de las cabañas pequeñas. Parecía haber otra hilera de cabañas detrás.
Había un bulto de maletas a un lado de la
entrada.
Una de las mujeres se levantó del piso,
donde todos estaban acomodados en círculo. Tenía cabello marrón oscuro, con
ojos verde oliva.
—Soy la señora Gronberg-Smythe. —dijo
mientras le tendía la mano a nuestros padres.— Los estábamos esperando. Desde
aquí nosotros nos encargaremos de los niños, —informó haciendo señas que
abarcaban a los chicos y a los otros adultos— pueden irse tranquilos.
Naturalmente, yo no esperaba que se fueran, lo que yo creía que pasaría, es que mis padres y los de Chris acribillarían a la señora Gronberg-Smythe de preguntas, a tal punto que yo ilusionaría con que nos echara d el campamento, pero eso no pasaría. Contrario a mi teoría, lo que pasó fue que nuestros padres asintieron como hipnotizados, a continuación, nos dieron un beso para despedirse, tanto a mi como a Chris, dejaron las maletas cerca del resto
y luego… se fueron, así como así.
—Violet, Chris, síganme. —nos pidió con
una leve sonrisa.— Siéntense. Y me pueden llamar Margareth. —dijo señalando el
círculo de personas.
Curiosamente, Margareth solo le echó una
ojeada a mis violetas y molestos ojos, antes de sonreír, como cuando alguien te
sonríe cuando sabe algo que tú no sabes.
Los chicos, silenciosamente, pareciendo
temerosos, nos hicieron espacio en el círculo. Parecían tener miedo cuando miraban
a Margareth.
Nos sentamos entre un chico y una chica.
Cogí la mano de Chris. Esta era una atmosfera extraña.
—¿Por qué todos están así? —pregunté al
chico a mi lado.
Era pelirrojo, con unas cuantas pecas más
que yo.
Me dio un vistazo.
—¿No viste lo que les paso a tus padres?
Si, fue raro, pero…
—…Eso le pasó a cada uno de los padres de
aquí. Cuando Margareth les dijo que se fueran, solo se fueron. Y eso no es
normal.
Nos quedamos callados unos minutos, hasta
que se escuchó un motor a poca distancia. Oímos como un auto se estacionaba.
Sentimos como se acercaban, y vimos como entraban.
Todos se volvieron y lanzaron miradas de
advertencia al niño, pero no sé que esperaban que hiciera, ¿jalar a sus padres
al auto y decirles que se fueran? Apuesto a que (por la cara que traía) ya
había expresado su predisposición al campamento.
Era lindo, tendría la que a las 7:32 pm
sería mi edad. Tenía el cabello de un curioso color cobre, y ojos de un
intrigante color verde esmeralda. Parecía tener la misma estatura que Chris,
igual (en lo que ahora me fijaba) que muchos chicos aquí.
Igual que, de acuerdo a lo que me contó el
chico, las pasadas veces, los padres se fueron sin decir ni jota, dejando a su
hijo con su maleta y un grupo de extraños.
Escuché a Margareth decirle al chico que
se reuniera con nosotros en el círculo.
—Hagan una fila aquí, de acuerdo en el
orden que llegaron. —ordenó ella, poniendo sus brazos hacia al frente.
El chico pelirrojo fue hasta el frente,
creí incluso verlo temblando. Pobre chico. Chris y yo éramos los penúltimos,
Chris me dejó ir primero. Mi mirada y la del último chico se cruzaron, comencé
a sonreír, pero el apartó la vista. Creí haberlo visto desconcertado, a lo que
culpé a mis ojos.
Margareth sostuvo un papel en alto y
comenzó a musitar nombres.
—Mary Ann Lineberger, Bastian Cyrille
Clermont, Audreanne Lorraine Vanderwoude, Sean Jerome Finkler, formen una fila
aparte de este lado. —mandó, aun mirando el papel, levantando una mano hacia
nuestra izquierda.
»Lindsey Kelsey Kinkel, Dadou Evariste
Gooley, Cody Nickolas Gillyard, Sylvain Noah Sunderland, formen una fila aparte
de este lado. —ahora levantó la mano, señalando ligeramente a la derecha en
comparación con antes. Uno de ellos era el último chico. Y… ¿qué clase de
nombre es Dadou Evariste Gooley?
»Jolliane Calypso Poppert, Byron Dennis
Catherson, Dean Gabriel Edstrom, Kyle Jaques Birckett, formen una fila aparte
de este lado. —esta vez ella apuntó a nuestra derecha, dejando el mismo espacio
a nosotros que la fila más próxima a la izquierda. En vez de ir dos chicas y
dos chicos, como las veces anteriores, fueron tres chicos y una chica.
»Malcolm Hadrien Ouillette, Alyssa Ingrid
McElhannon, Bryony Caoimhe Underwood, Reed Wallace DuGray, formen una fila
aparte de este lado. —levantó la mano señalando hacia la derecha.
»Y el quinto grupo, al final, pero no
menos importante, Sarah Celestine Hilson, Ethan Kenneth Irestone, Christopher
Lawrence Fannington, —ahogué una risa al oír el segundo nombre de Chris.—
Violet Mayleen Middlebrook Beckelheimer.
Cuando terminó de recitar nombres, me di
cuenta de que todos, incluso yo, aun cuando no lo sabía, llevaban segundo
nombre. Tampoco sabía que tenía segundo apellido.
Ella no hizo ademán de cambiarnos de
lugar, lo que nos facilitó intercambiar una mirada desconcertada, a Chris y a mí,
por mi segundo nombre y mi segundo apellido.
—¿Tengo segundo nombre? —cuchicheé a
Chris. Él se encogió de hombros.— ¿Y segundo apellido? —repitió el gesto— Yo no
tengo segundo nombre ni segundo apellido. —me quejé para mi.
—Grupo 1, Grupo 2, Grupo 5, Grupo 3, Grupo
4. —elevó su brazo, señalando de izquierda a derecha.— Hagan un circulo, me
acercaré a su grupo para que escojan su cabaña.
Pasó por cada grupo, cuando llegó al
nuestro, todos nosotros, que habíamos estado tensos por el ambiente, nos
relajamos. Era extraño.
Fijó sus verdes e intensos ojos en mí.
—Elige tú para el quinto equipo. —me
animó, tendiéndome una bolsa pequeña de cuero café, con correas para cerrarla.
Metí la mano en la bolsa, suponiendo que
era lo que Margareth quería. Ahí dentro, por lo que sentí, había unas fichas,
con grabados, imaginé que eran de madera. Cogí una, se sentía caliente,
mientras que las demás tenían una temperatura normal.
La saqué.
Era una ficha cuadrada, con los bordes
redondeados, igual que las esquinas, algo gruesa, muy hermosa. Traía un
símbolo, tres espirales que se fusionaban y formaban un triángulo. Estaba
tallado con marcada precisión en la ficha.
Cuando levanté la vista, me di cuenta de
que Margareth me sonreía misteriosamente. Y rápidamente, se fue al siguiente
grupo. Solo entonces, me di cuenta de que ella había usado la palabra equipo. Me prometí a mi misma buscar las
definiciones de equipo y grupo.
—¿Qué hora es? —secreteé a Chris.
El miró su reloj.
—Doce y cuarto.
—¿Exacto?
—12:14.
Asentí, mientras musitaba un «gracias».
—Penny, —dijo Margareth, dirigiéndose a la
otra mujer.— lleva a los grupos uno y dos a sus cabañas. El primer grupo tendrá
la cabaña uno, el segundo grupo, la sexta cabaña.
Creí haberla escuchado agregar «usa el
camino más lejos que puedas de la tercera cabaña», pero podría haberlo
imaginado.
Penny era una mujer pequeña, pero no
tanto, con cabello castaño y anteojos pequeños.
—Mitchell, —continuó— encárgate de los
grupos tres y cuatro, a las cabañas cinco y cuatro.
Mitchell tenía cabello marrón, pero tan
oscuro que se podría confundir con negro. Tenía ojos marrones.
Penny y Mitchell se llevaron a sus grupos,
mientras el quinto grupo se quedó aquí.
—Yo los llevaré a ustedes. Tendrán la
cabaña tres. —nos dijo Margareth. Nos dijo que cogiéramos nuestras maletas. Comenzamos
a caminar detrás de ella, ella nos dirigía hacia las cabañas de atrás (había
cuatro), a la de la esquina izquierda. Tenía un seis gigante, con el símbolo de
la ficha, sobre la puerta.
Ella nos hizo una seña para que pasáramos,
así lo hicimos, arrastrando nuestras maletas.
—Descubrirán cosas asombrosas aquí.
—susurró cerrando la puerta.— Tienen la tarde libre. —gritó ya afuera.
—¿Hora? —pregunté.
—12:23. —contestaron casi al unísono
Chris, y el que debía ser Ethan.
—Gracias.
En la cabaña había cuatro camas y cuatro
mesas de noche, con cuatro lámparas encima, cuatro armarios con cajones, al
lado pero no paralelos a las mesas, y cuatro corchos para pared cobre las mesas.
Escogí la que, desde la entrada, era la de la esquina trasera derecha, y puse
mi mochila ahí, pero dejé mis maletas en la entrada, sin ganas de moverla.
También había otra puerta, que parecía ser del baño. Solo entonces, pensando en
el baño, caí en que iba a compartir la cabaña con un chico. Le quité
importancia al asunto, ¿un campamento moderno?
Sarah (¿así se llamaba, no?), que había
elegido la cama frente a la mía, dio un paso adelante, con las manos en sus
bolsillos traseros. Comenzó a deambular, mientras que yo me tumbé a la cama.
—¡Hola! —exclamé, sin cambiar de posición.
Chris se sentó en su cama, junto a la mía,
y se dejó caer.
—Hola. —contestó al mismo tiempo que Ethan
y Sarah.
—Me llamo Violet. —me presenté.
—Soy Sarah. —dijo con una sonrisa.
Tenía cabello entre castaño y rubio, con
ojos azul claro, un poco más baja que yo.
—Soy Ethan. —dijo con una sonrisa tímida.
Ethan era un chico con cabello castaño, y
ojos entre verde y marrón, por lo que tenía el efecto de que, cerca de la
pupila, era más verde el iris.
—Yo soy Chris. —sonrió él, presentándose a
Sarah e Ethan.
—Oye, ¿me ayudas…?
Hice la pantomima de mover mi cama hacia
el centro.
—Ah, si.
Lo que yo planeaba hacer, era juntar
nuestras camas, para dormir juntos, algo que hacia desde que era niña cuando viajábamos,
rara vez no lo hacíamos nuestras familias juntas. Ahora que lo pienso, es algo
loco que hagamos eso. ¿Perturbador, tal vez?
Chris se arremangó, luego me ayudó a
empujar mi cama. Recién me di cuenta de que llevaba una camiseta de manga larga.
—¿Por qué llevas manga larga? —le
pregunté.
—No había ropa limpia. Mamá insiste en que
debería lavar mi ropa desde el viernes, y la última vez que tuve ropa limpia
fue hace dos semanas, así que el piso de mi habitación esta cubierto de ropa
sucia, y esto era lo único que quedaba. —explicó.
Nos movimos hacia su cama, empujando hacia
el centro.
—Uff, ya me preguntaba yo que era lo que
olía. —bromeé.— ¿Así que llevas solo ropa sucia en tu maleta?
Chris sonrió.
—Una maleta con ropa sucia, y otra con
ropa de invierno.
Advertí que Ethan y Sarah nos miraban
extraño.
—¿Se conocen? —preguntó Sarah.
—Si —respondió Chris con una sonrisa.
Ethan y Sarah le devolvieron la sonrisa.
—¿Entonces que haremos? —les pregunté,
acomodándome en la parte inferior de la cama, mis manos apoyando mi cabeza por
la mandíbula, mis codos sobre mis rodillas, con las piernas cruzadas.
—¿Qué de qué? —dijo Ethan.
—Bueno, la mujer dijo que teníamos la
tarde libre. —convino Chris, apareciendo a mi lado derecho, sentándose con las
rodillas elevadas, con sus antebrazos en estas, y los dedos entrelazados.
—Escuché que el campamento tenía un lago.
—sugirió Sarah.
Chris se levantó de un salto, como si
hubiera recordado algo.
Mientras, yo recordé que usamos mi ipod
todo el camino, así que fui a buscar algún enchufe para ponerlo a cargar.
—¡El lago embrujado! Nuestros padres nos
lo dijeron en el camino, ¿recuerdas cuando te sonreí en el camino? Fue por que
nos habían dicho que tenía un lago cercano al lago grande. —exclamó Chris.
—Creí que me sonreíste por que te gustaba
Evanescence. —me excusé yo.
Conecté el cargador al enchufe, y el ipod
al cargador.
—¿Vienen al lago? —preguntó Chris.
Yo ya estaba sacando mi laptop —logré convencer a Chris de meterla en su maleta— y dejándola
en el cajón de la mesa de noche, por lo que dejé a Sarah entrar al baño a
cambiarse primero cuando ellos dijeron que sí.
Estaba apunto de trasladar las cosas de mi
maleta al armario, cuando sentí un toque en el hombro.
—Te toca. —me avisó, haciendo una seña
hacia el baño.
—Oh, sí.
Hurgué entre mis cosas, y encontré lo que
buscaba. Entré al baño, me cambié, y salí descalza, sacando una bolsa de la
mesa de noche, a la que le metí bloqueador, un libro, toalla (de lunares de
colores) y lentes de sol. Saqué un par de chancletas de la parte inferior de la
mesa de noche, y me las puse. Estaba lista.
Traía
puesto un bikini blanco bandeau, con una blusa opaca rosa oscuro, cuello barco
sin mangas.
Chris
llevaba una camisa y su traje de baño gris, mientras que Ethan llevaba un traje
de baño naranja fosforescente, y Sarah un traje de baño rosa, envuelta en su
toalla.
Cogí mi
bolsa y se las enseñé a mis compañeros de cabaña.
—Muy bien,
yo traigo bloqueador, y lentes de sol, que puedo prestar, sobre la toalla, es
otro asunto, así que recomiendo que no la olviden. —afirmé.
Observé a
Ethan y a Chris hurgar en sus respectivas maletas, en busca de una toalla,
cuando las sacaron, la colgaron sobre su hombro, sonreí al recordar que así se
la ponían en las películas.
Ethan
abrió la puerta, para salir, pero nos encontramos con una caja, Sarah la
agarró, y abrió. Adentro había llaves.
—¿Para que
son? —preguntó Chris.
—¿Para la
cabaña? —sugerí, alargando la mano y cogiendo una llave para guardarla en mi
bolsa.
Salimos, y
Sarah nos dio la espalda para cerrar la puerta con su llave. Ella se volvió y
levantó la llave.
—Funciona.
—dijo, luego caminó hacia mi— ¿Me la guardas? —preguntó, tendiéndome la llave.
—Seguro.
—la dejé caer en mi bolsa.
Nos
dirigimos hacia la parte trasera del campamento, donde solo había tierra, pero
luego llegamos al jardín. Era inmenso. Había un camino que se diferenciaba por
que era de tierra, y no de pasto, había flores y árboles que jamás hubiera
imaginado… Hermoso.
Pasando el
jardín, estaba mi lago.
Era un
lago irregular, con agua verdosa, en el buen sentido, no en el sentido de
sucia, era más como si saliera luz del fondo del lago. La verdad es que era más
estanque que lago. Milagrosamente, no tenía cosa verde flotando sobre el agua,
por lo que Chris y yo sospechábamos que el agua corría por algún agujero para
que no se estancara. También había una piedra, semi-plana, desde la que se
podían hacer clavados, ya que no era ni muy baja, ni muy alta. Incluso rodeaban
el estanque unas cuantas reposeras.
Por
desgracia, el lago ya lo estaba usando la que era la cabaña seis, junto con las
cabañas uno y cuatro. Los de la cabaña cinco no se presentaron, la cabaña dos,
tenía entendido que era de maestros. Supongo que la chica (era el grupo donde
solo había una) de la cabaña cinco tres estaría entretenida.
Chris, en
un movimiento, se quitó la camisa, su reloj y se tiró al lago. Por experiencia,
sabía que mi mejor amigo se veía bien sin camisa, así que no presté atención.
Me fui a
la parte del lago que tenía la curva más cerrada, me senté con los pies en el
agua, puse mi bolsa a mi lado, sin bloqueador, ya que no había sol. Abrí el
libro y comencé a leer.
Llevaba
cincuenta páginas, cuando algo me salpicó. Mucho. Furiosa, levanté la vista.
Y ahí
estaba el último chico, sonriendo burlonamente, expectante. Se veía increíble
sin camiseta, pero no me distraje. El esperaba ver que hacia, si volvería la
vista al libro (gracias a dios, este no se había mojado por mi cabeza
agachada), lo tomaría bien y jugaría con el, o proclamaría la guerra.
Endemoniadamente,
la última opción.
Lentamente
me levanté, guardé mi libro, dejé mi bolsa sobre una reposera blanca con líneas
verdes, y volteé a verlo.
—Dime, tú,
¿estás ciego?
—No. —aún
con su sonrisa.
—¿Entonces,
por que saltaste tan cerca de mí?
—Para
salpicarte.
—Ummm… ¿Y por
qué hiciste eso?
—Se me dio
la regalada gana.
—Que
interesante… —asentí como si así lo fuera, mientras analizaba mis opciones. El
chico no me daba información, y yo necesitaba información para confundirlo.—
¿Algún problema contra mi? ¿Por qué no a esa chica, o a ese chico? Ya están
mojados, y ellos con gusto te hubieran recibido en su juego.
—Tal vez,
pero tu era la única leyendo. Era una oportunidad que no podía desperdiciar.
—¿Tienes
algo contra la lectura? ¿Eres una de esas personas que solo ven la televisión,
juegan videojuegos, y escuchan música, comiendo chucherías todo el día?
—Tal vez.
Opté por
provocarlo, prescindí de la opción confundirlo cuando no obtuve información.
—Apuesto a
que no haces ejercicio. Apuesto a que no sabes nadar, solo flotar. Apuesto a
que todo lo que dije antes era verdad. Apuesto a que eres el niño odioso que no
tiene nada que hacer más que molestar personas. ¿Es así?
Todo con
una sonrisa fría en la cara.
Su
expresión se había ido ensombreciendo mientras hablaba. Siempre me jactaba por
la facilidad con que podía provocar a las personas, usar sus palabras contra
ellos, formando un argumento, que, cuando los analizabas, tenían sentido.
Supongo que la primera parte era verdad.
Pero él
también era inteligente.
—¿Supongo
que tu sabes nadar?
—Tal vez.
¡Si! Gritó mi mente.
Pero sabía que no debía permitirme bajar la guardia y soltar información.
Desafortunadamente, yo también era fácil de provocar.
—Te reto a
una carrera a tocar el fondo del lago.
Un reto.
Si, supongo que podría ser la situación en que él me podía humillar, pero
pensé, ¿qué demonios?
Sonreí
ampliamente.
—¿Por qué
no?
Mientras
caminaba a la piedra, y el salía del lago, me saqué la blusa. El mojado, se
acomodó a mi lado, nos posicionamos en la forma más adecuada para tirarnos y
llegar más al fondo.
—Gana
quien toqué el fondo y suba antes que el otro. —proclamé lo suficientemente
alto para que los demás escucharan.
—¿Cómo te
llamas? —pregunté.
Justo
entonces llegaba la cabaña tres, a la que a uno de sus campistas le pidieron
que jugara a árbitro, ya que esa cabaña no había escogido bando todavía.
El chico
sonrió.
—Sylvain,
Violet.
Capté la
mirada de Chris, divertida, pero preocupada por si perdía. No tuve tiempo de
preguntarme como era que Sylvain sabía mi nombre.
—Uno, dos,
—comenzó un chico de la cabaña tres— ¡tres!
Y salté.
Nadé lo
más rápido que pude, y por alguna razón, también lo más rápido que había nadado
nunca, toqué el fondo, que parecían ser cuatro metros, aunque, por desgracia,
tenía la desventaja de que el chico era más alto…, ahora subía, subía, subía…
Lo primero
que hice fue tomar una bocanada de aire, lo segundo escuchar a alguien tomar
una bocanada de aire, lo tercero, a la velocidad del sonido, limpiarme los ojos
para ver.
Sylvain
apenas se comenzaba a limpiar lo ojos.
Capté que
Ethan, Sarah y Chris me sonreían.
Yo había
ganado.
Ahora Sylvain
me miraba iracundo, luego, en un movimiento limpio de sus brazos sobre el piso
de la orilla, estaba en tierra, y yéndose, seguido de su cabaña.
Pasamos
las siguientes horas ahí, luego las demás cabañas se fueron alegando hambre. Cuando
se fueron, me di cuenta yo también tenía hambre.
—¿Qué hora
es? —pregunté.
—7:23 pm. —contestó
Ethan, con su reloj a prueba de agua.
—Con razón
tengo hambre, no hemos almorzado ni cenado, solo desayunado. —agregó Chris—
Tengo una idea, iré por algo que se pueda comer en el agua y más tarde salimos
a cenar. Creo que la cena, nos dijo Margareth, era a las siete.
Luego se
dio la vuelta y se fue corriendo.
—Yo tengo
que ir al baño. —dijo Sarah.
—Y yo ya
me cansé de nadar. —se excusó Ethan.
—¿Me dejarán sola? —cuestioné, haciendo un puchero.
—Si.
—respondió Ethan haciendo otro puchero.
—Déjame
constar que tú no debes hacer pucheros, Ethan. —observé.
—Creo que
dormiré un rato antes de ir a cenar. Nadar es cansado. Aún para mí. —sopesó
Sarah.
Quise
preguntar a que se refería «aún para mi», pero supuse que hacia mucho
ejercicio.
—Hum. Yo
también. —dijo Ethan.
Los
salpiqué con agua mientras se iban.
—Recuerden
bañarse antes de ir a la cama. —les grité.
Recordé
que al entrar al baño vi un váter y dos duchas cerradas.
Cuando se
fueron, aburrida, salí de ahí para tirarme un clavado. Me posicioné a la orilla
de la roca, lista para un clavado. Salté.
Nadé con
los ojos abiertos. Levaba solo un par de segundo bajo el agua, cuando vi una
especie de aurora boreal²,
con fucsia, verde, azul… Era una hermosa y amplia gama de colores.
Nadé hacia
ella, tratando de alcanzarla, y sentí como si nadara aún más que cuando nadé
hasta el fondo del estanque, cuando la alcancé estaba en la superficie (aun
cuando no había nadado en ningún momento hacía arriba), el cielo era de un
violeta familiar, y la aurora boreal se encontraba en el cielo.
Lo único que me vino a la cabeza fue: Toto... me parece que no estamos en Kansas.
¹Campamento Bosque Prohibido
²Aurora boreal es un fenómeno en forma de brillo o luminiscencia que aparece en el cielo nocturno, actualmente en zonas polares, aunque puede aparecer en otras partes del mundo por cortos períodos de tiempo.
¡Luego subo el siguiente capitulo!
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